martes, 31 de diciembre de 2013

el elefante encadenado


Cuando yo era pequeño me encantaban los circos,y lo que más me gustaba de ellos eran los animales.Me llamaba especialmente la atención el elefante que,como más tarde supe era también el animal preferido de otros niños.Durente la función,la enorme bestía hacía gala de un tamaño,un peso y una fuerza descomunales...Pero despuésde la actuación y hasta poco antes de volver al escenario,el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba sus patas.

Sin embargo,la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo.Y aunque la madera era gruesa y poderosa,me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza,podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.

El misterio sigue pareciéndome evidente.
¿Qué lo sujetaentonces?.
¿Por qué no huye?.
Cuando era niño,yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores.Pregunté entonces por el misterio del elefante...Alguno de ellos me explicó que el elefante no huía porque estaba amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia:"Si está amaestrado,¿por qué lo encadenan?".
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.
Con el tiempo,me olvidé del misterio del elefante y la estaca...
Hace algunos años,descubrí que,por suerte para mí,alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:

"El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy,muy pequeño".

Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca.Estoy seguro de que,en aquel momento el elefantito empujó,tiró y sudó tratando de soltarse.Y,a pesar de sus esfuerzos,no lo consiguió,porque aquella estaca era demasiado dura para él.
Imaginé que se dormía agotado y al día siguiente lo volvía a intentar,y al otro día y al otro...Hasta que,un día,un día terrible para su historia,el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa,porque,pobre,cree que no puede.

Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.
Jamás,jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza.

Todos somos un poco como el elefante del circo:vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad.

Vivimos pensando que "no podemos" hacer montones de cosas,simplemente porque una vez,hace tiempo lo intentamos y no lo conseguimos.
Hicimos entonces lo mismo que el elefante,y grabamos en nuestra memoria este mensaje:No puedo,no puedo y nunca podré.

Hemos crecido llevando este mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca.

Cuando,a veces,sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas,miramos de reojo la estaca y pensamos:"No puedo y nunca podré".

Ésto es lo que te pasa,vives condicionado por el recuerdo de una persona que ya no existe en tí,que no pudo.

Tu única manera de saber si puedes es intentarlo de nuevo poniendo en ello todo tu corazón...¡¡¡Todo tu corazón!!!.

JORGE BUCAY.
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lunes, 30 de diciembre de 2013

Pienso que aún me ama


Nos conocimos en una fiesta de la escuela cuando mi ex me hartaba de sus celos y corté con él (Ángel). Estaba bailando con unas amigas y un amigo me presento a Óscar (mi ex) y luego empezamos a bailar. Nos miramos a los ojos y él me besó y yo le seguí.
Al día siguiente, él me agrego en Facebook y empezamos a hablar y luego me pregunto si quería ser su novia y dije que sí.
Cuando entramos a la escuela nos vimos y nos la pasábamos muy bien hasta que un día una morra de primero de secundaria lo conoció y se empezó a comportar raro conmigo y más porque ya mero eran las vacaciones y el se iba a ir a la prepa.
Unos tres días después de nuestro aniversario de tres meses había un evento pero yo no pude ir ni él tampoco, así que estábamos solos y él estaba callado y no me hablaba, ni quería hacer nada conmigo (caminar).
Esa tarde me dijo su amigo que quería hablar conmigo y dije que sí, así que fui a los bebederos y ahí estaba él y me dijo que deberíamos dejarlo ya en tres meses porque le gustaba una morra y yo le dije que ok y me abrazó y me quiso besar, pero yo volteé mi cara, me dio un beso en el cachete y me fui. Se me salieron las lágrimas y nos vimos a la cara y a él también se le salieron las lágrimas porque iba con la cara hacia abajo.
Un mes después su amigo y el se pelearon porque los dos estaban enamorados de mí. Su amigo me dijo por qué cortó conmigo y era por la morra de primero de secundaria (Lizeth). Fue el ultimo día de clases y él me quería invitar a bailar, pero yo me fui con mis amigas a bailar. Pusieron la canción con la que nos conocimos y él pensó que la iba a bailar con él, pero mejor me fui porque no quería empezar a llorar ni recordar ese día.
Asistí a su graduación y cuando me vio se puso feliz, pero yo no iba por él si no por mi mejor amigo y cuando me vio bailando con él se fue a decirle al dj algo y luego se quedo con él, pero porque me quería ver. Pusieron la canción de perdóname, se me acercó y me besó, pero yo no le seguí. Sólo me fui y desde ese entonces no me he enamorado otra vez.
Sí, aún lo amo, pero las cosas pasan.

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historias de amor

Un famoso maestro, se encontró frente a un grupo de jóvenes que estaban en contra del matrimonio.

Los muchachos argumentaban que el romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas, y que es preferible acabar con la relación, cuando ésta se apaga, en lugar de entrar en la hueca monotonía del matrimonio.

El maestro les dijo que respetaba su opinión, pero les relató lo siguiente:

"Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana, mi mamá bajaba las escaleras para prepararle a papá el desayuno, sufrió un infarto y cayó. Mi padre la levantó como pudo y, casi a rastras, la subió a la camioneta. A toda velocidad, sin respetar semáforos, la condujo hasta el hospital.

Cuando llegó, por desgracia, ya había fallecido.

Durante el sepelio, mi padre no habló; su mirada estaba perdida. Casi no lloró.

Esa noche, sus hijos nos reunimos con él. En un ambiente de dolor y nostalgia, recordamos hermosas anécdotas y él pidió a mi hermano, teólogo, que le dijera donde estaría mamá en ese momento. Mi hermano comenzó a hablar de la vida después de la muerte, y de conjeturas de cómo y dónde estaría ella.

Mi padre escuchaba con atención. De pronto pidió que lo lleváramos al cementerio.

"¡Papá!", respondimos, "¡son las 11 de la noche, no podemos ir al cementerio ahora!".

Alzó la voz, y con una mirada vidriosa dijo:

"No discutan conmigo, por favor, no discutan con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa por 55 años".

Se produjo un momento de respetuoso silencio, no discutimos más. Fuimos al cementerio, pedimos permiso al velador. Con una linterna llegamos a la tumba. Mi padre la acarició, oró y nos dijo a sus hijos, que veíamos la escena conmovidos:

"Fueron 55 años... ¿saben? Nadie puede hablar del amor verdadero, si no tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer".

Hizo una pausa, y se limpió la cara. "Ella y yo, estuvimos juntos en aquella crisis. Cambié de empleo...", continuó. "Hicimos el equipaje cuando vendimos la casa y nos mudamos de ciudad. Compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras, lloramos uno al lado del otro la partida de los seres queridos, oramos juntos en la sala de espera de algunos hospitales, nos apoyamos en el dolor, nos abrazamos en cada Navidad, y perdonamos nuestros errores... Hijos, ahora se ha ido, y estoy contento, ¿saben por qué?

Porque se fue antes que yo. Ella no tuvo que vivir la agonía y el dolor de enterrarme, de quedarse sola después de mi partida. Seré yo quien pase por eso, y le doy gracias a Dios. La amo tanto, que no me hubiera gustado que sufriera...".

Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro empapado en lágrimas. Lo abrazamos, y él nos consoló: "Todo está bien, podemos irnos a casa; ha sido un buen día".

Esa noche entendí lo que es el verdadero amor; dista mucho del romanticismo, no tiene que ver demasiado con el erotismo, ni con el sexo, más bien se vincula al trabajo, al complemento, al cuidado y, sobre todo, al verdadero amor que se profesan dos personas realmente comprometidas".

Cuando el maestro terminó de hablar, los jóvenes universitarios no pudieron debatirle; ese tipo de amor, era algo que no conocían. Ojalá algún día puedan encontrar un amor así; y si lo encuentran, jamás, pero jamás, lo dejen ir...


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Fui un cobarde…








Tengo 60 años, y perdí el amor de mi vida por cobardía. Conocí a María cuando tenía 25 años, y me enamoré nada más verla. Esa conexión, única, especial, rabiosamente brutal, que sólo parece existir en las películas. Yo tuve el privilegio de rozarlo. Privilegio, porque cuantos pasan por este mundo sin sentir esa conexión, aunque yo apenas rocé ese privilegio por mi cobardía.
Por mi experiencia en la vida, puedo con absoluta certeza asegurar que este tipo de conexión sólo se te presenta una vez con ese ser especial, o no se presenta jamás. He conocido muchísimas personas con sus historias y sentimientos a lo largo de mi vida, y no creo que ellos tuvieran ese privilegio que a mí se me concedió.
María tenía 20 años y era bajo mis ojos la mujer más exquisita que había visto. Sensual, seductora, hermosa… Recuerdo cada detalle del primer día que la vi, porque nadie más, ni antes de ella ni después,  me hicieron sentir lo que ella… Conocerla fue el regalo más increíble que me han hecho en esta vida.
Después de observarla durante semanas, decidí un día hablarle… y si pudiera volver atrás, volvería a ese día y me escaparía junto a ella…
Después de ese primer día y durante un año, fui tocado por la mano de Dios.  Porque ella era aún más increíble que su belleza externa. Jamás me reí tanto con alguien, con nadie más que con ella las horas se convertían en minutos, jamás he deseado y amado a alguien como a ella.
Pero fui un cobarde, tuve la oportunidad de disfrutar del ser más increíble que conocí jamás… pero me alejé sin decirle adiós.
Estaba comprometido, y una semana antes de casarme me alejé de ella engañándome a mí mismo, poniéndome mil excusas para no romper con una boda junto a alguien que no amaba. Me alejé sin más, confiando que después de la boda sería un tipo formal. Y no hubo un día que no tuviera ganas de salir corriendo a buscarla, y no hubo una noche que su recuerdo me abrazara.
Cinco años más tarde la llamé. Y volverla a ver fue otra oportunidad que me dio la vida. Y me sinceré, le dije que estaba prometido, me había casado, y que había sido padre, dos veces. Que no amaba a mi mujer, y que seguía siendo infiel. Pero que no había podido olvidarla. Su gran corazón me conmovió. No había rencor. Y yo volví a sentir ese no sé qué que sólo he sentido junto a ella.
Si, era un hombre infiel porque estaba con quien no amaba, por ser un cobarde, y no romper con un status social estúpido. Tener dinero me facilitó que las mujeres se acercaran. Yo no buscaba amor, sólo sexo, porque mi mujer no me atraía, y amor no buscaba, porque mi alma era de María, aunque no estuviera junto a ella.
Volvimos a vernos para charlar, otra vez, y otra, y otra… y miles más. Y le prometí que estaría junto a ella, que me separaría… pero no lo hice, y un año más tarde ella se alejó de mí.
No podía separarme con mis hijos pequeños, no tenía el valor, era un cobarde obligándome a hacer algo que no quería. Yo quería volar junto a María, pero no hice nada.
Cinco años más tarde, y sin haberla olvidado ni un día, el destino me la puso de nuevo enfrente. Era una mujer de 30 años aún más hermosa. Y volvimos a sentir esa conexión nada más vernos, y volvimos a repetir la historia… y volví a fallarle, no pude separarme y estar junto a ella…. Y volvió a alejarse….y creí morir….de hecho estaba muerto por dentro, aplastado en una mentira, junto a una mujer que no amaba, estando con otras mujeres para no ver lo patética que era mi vida, porque yo anhelaba estar con maría. Me repetía una y mil veces que me separaría y que encontraría a María…. pero no lo hice!!!
Fue el destino que cinco años más tarde la puso junto a mi otra vez… y volví a repetir lo mismo, esa vez, y cinco años después otra vez. Con mis hijos ya adolescentes creí que sería capaz…. le había prometido tantas veces que estaría junto a ella, que no quería vivir sin ella, y aunque tuvo mucha paciencia conmigo y más amor por mí que todas mis amantes y mujer juntas. La decepcioné. Y al igual que no olvidaré jamás el día que la conocí, no olvidaré jamás el último día que la vi…y de eso hace ya 20 años. Cuando ya estaba decidido a dar el paso, pero sin darlo, había desgastado tanto su amor hacía mí en estos 20 años de decepciones constantes, que abrazada a mí se alejó definitivamente. Y la tuve que dejar ir. Aunque sus brazos han seguido abrazándome estos 20 años.
Mis hijos se hicieron mayores hace tiempo, hicieron sus vidas, y aunque los veo de vez en cuando, aprendí tarde, muy tarde, que mi amor por María no era incompatible con el amor de mis hijos. No hay día que no me arrepienta de no haber estado junto a ella, no hay día que no la piense, que no quiera volver atrás y cambiar toda mi vida, y lo curioso es que la vida me dio muchas oportunidades para hacerlo, pero María no se merecía un cobarde como yo, sino alguien que la valorara desde el minuto uno. Como así finalmente fue para ella. Aunque para mí, si tuviera que resumir mi vida serian mentiras, mentiras y mentiras. Lo único auténtico y real, era mi amor por ella. Yo era real cuando estaba junto a ella. El resto de mi vida, estaba lleno de mentiras y falsedades. Por eso desde hace 20 años, cada día a las cuatro de la tarde esté donde esté, esté con quien esté, esté haciendo lo que esté haciendo… Cojo una nota de mi cartera, para poder sentir que estoy vivo…
“Nos vemos a las 4 de la tarde….”
María 15 de junio de 1978
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domingo, 29 de diciembre de 2013

El Milagro de la Imaginación


En una tarde nublada, dos niños patinaban sin preocupación sobre una laguna congelada. De pronto, el hielo se partió y uno de los pequeños cayó al agua.

El otro, viendo que su amigo se ahogaba debajo del hielo, tomó una piedra y empezó a golpear con todas sus fuerzas hasta que logró romper a fin de salvar a su amigo.

Al llegar los socorristas, viendo lo que había sucedido, se preguntaron cómo lo hizo. Algunos murmuraban: "el hielo está muy grueso, es imposible que lo haya podido romper con esa piedra y con sus manos tan pequeñitas".

En ese instante, apareció un anciano y dijo:

- Yo sé cómo lo hizo.

Ellos preguntaron:

- Pues, dinos, ¿cómo lo hizo? Es sólo un niño.

El anciano concluyó:

- Es que no había nadie a su lado que le dijera que no podía hacer algo así. Simplemente ha sucedido lo que ya está escrito: "Si lo puedes imaginar, lo puedes lograr".

Copyright: Ohslho
La Paz, 11 de Noviembre del 2013
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LAS LUCES



Esta historia me la contó una chica de unos 16 años, y no le sucedió a ella, sino a su madre, una española que emigró a Alemania para buscarse la vida, teniendo que alquilarse una casa con su joven esposo que apenas tenía comodidades.

Eso sí, tenía visitantes misteriosos.

Al principio sólo eran sonidos, rasguños en la almohada que mantenía abrazada mientras trataba de descansar después de tantas horas de trabajo. Le asustó, cierto, pero mantuvo la calma y pensó que era su propio agotamiento el que la hacía tener alucinaciones auditivas. Los rasguños en la cama no son tan inhabituales ¿no?. Muchos los hemos oído. Son visitantes que quieren comunicarnos que "están ahí también, que no estamos solos".

La joven vivió con esa extraña experiencia unos días y terminó por acostumbrarse, pero una noche ocurrió algo terrible. Estaba tumbada en la cama, descansando, su marido estaba afeitándose en el cuarto de baño, y de pronto unas lucecitas de un tamaño algo mayor que el de las canicas, blancas azuladas y brillantes, comenzaron a salir de debajo de la cama.

Subieron, ascendieron hasta ponerse encima de ella, y bailaron.

La chica las miró estupefacta, tragó saliva y respiró profundamente. ¿Qué era aquello? ¿De dónde salían? ¿Qué las producía?

Y entonces las luces comenzaron a bailar con movimientos más bruscos, y una poderosa fuerza salió de ellas. La chica notó esa fuerza en puñetazos y patadas invisibles que la golpeaban y estampaban contra las paredes... Gritó, y su marido se cortó con la gillette. Cuando él iba a salir la puerta del cuarto de baño se cerró de golpe.

La joven española emigrante sufrió una paliza que la dejó destrozada, y no pudo hacer una denuncia, porque en qué comisaría de policía iban a escuchar semejante historia sin echarse a reir.

No volvió a ocurrirle porque volvió a España entre lágrimas y terrores.

Durante años jamás contó la historia, y cuando lo hizo, fue para contárselo a su hija -mi confidente-, quien me confesó que su madre no podía hablar del tema sin echarse a llorar y a temblar.

No es para menos. Su hija también lloró al contármelo.
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¿Quién arrulla al bebé?



Esta historia se suscita en el estado de Querétaro, México, aunque hay versiones en otros estados e incluso en otros países. Yo les contaré la versión que llegó a mis oídos...
Era una joven pareja, Roberto y Maricela recién acababan de contraer nupcias, los dos enamorados y recién casados buscaban donde comprar su vivienda, ya habían visto algunas opciones, pero por falta de presupuesto o cercanía con su lugar de trabajo o algún desperfecto en el lugar, no se convencían por ninguno; hasta que uno de sus vecinos de el lugar donde rentaban por el momento, les comentó de una casa muy cerca de su lugar actual de residencia, la casa era grande, hermosa, de dos pisos, con un gran jardín en el patio trasero, en el que había un hermoso rosal, que pesé al abandono y paso delos años, parecía como si alguien lo cuidase con total esmero.
La casa era de un familiar del vecino que había fallecido un par de años atrás, pero sin dar mas detalles del por que o como, menciono que la había heredado y que planeaba venderla, ¿el precio? Era casi regalado y aparte sumando el descuento que le hizo a la joven pareja por el aprecio generado en el tiempo de vecinos.
Tardo poco para que la pareja se cambiase a su nuevo hogar, en poco tiempo la que fuese una casa abandonada ya lucia como un a gran mansión, todo parecía perfecto, un feliz matrimonio, el acenso de Roberto en su trabajo y Maricela embarazada, todo iba viento en popa, ya habían pasado dos años sin novedad alguna; excepto por algunos comentarios que le hacían sus amigos a la pareja, como el que en ocasiones marcaban por teléfono a su hogar y les contestaba una muchacha con voz muy amable que incluso se ofrecía a dejar el recado, cuando se encontraban con vecinos en la calle, ellos juraban haber visto a una joven mujer asomada por la ventana del segundo nivel de la casa que les sonreía amablemente, que incluso les llegaba a saludar. Era muy raro ya que esa ventana era la del cuarto que tenían previsto para el bebé.
La pareja solo se reía de lo que les contaban, ya que eran muy escépticos y no creían en esas boberías, incluso pensaban en no bautizar al futuro niño.
Pasaron los meses y llegó el nuevo integrante de la familia, Mateo un lindo varón de 3 kilos, no podían estar mas felices.
El niño llegó a su habitación, la cual habían preparado con anterioridad, era toda de azul cielo, con avioncitos dibujados por todas las paredes del cuarto, una bonita cuna y una silla mecedora donde su madre podría alimentarlo y arrullar al niño.
El niño era muy bien portado, casi no lloraba y cuando comenzaba a intentar un berrinche, bastaba con ponerlo en la cuna, para que en cuestión de minutos se callara o quedara dormido o a veces el niño se despertaba llorando y en segundos se callaba, en una ocasión mientras comían y el niño estaba en su cuna, dormido al parecer, comenzaron a escuchar sus risitas y hasta carcajaditas del infante, al subir a ver al niño todo quedó en silencio de repente, pero la silla mecedora se movía sin motivo aparente, tomaron al bebé y lo bajaron con ellos a la mesa sin dar mas importancia a lo sucedido.
El exceso de trabajo de Roberto y el encerramiento de Marisela por cuidar al niño todo el día, comenzaba a pasar la factura a la feliz familia, que comenzaban a tener problemas entre ellos, nada grave, pero con buenos momentos de tensión al principio, las peleas comenzaban a subir de intensidad, y en una ocasión que no paraban de gritarse el uno al otro, y el niño no paraba de llorar ya que lo traía cargando Marisela de un lado a otro, mientras reñían, enojadísima fue a la habitación del bebé a ponerlo en la cuna para salir a pelear de nuevo con Roberto, entere sus gritos dejaron de escuchar el llanto de el niño, fue hasta después de una hora que se dieron cuenta que el niño ya no lloraba y que al contrario había pasado del llanto a las risitas.
Se vieron mutuamente y consternados, fueron al cuarto del bebé, al abrir la puerta se llevarían el susto de sus vidas, al ver que una mujer de apariencia joven flotaba sobre el suelo aparentemente sin pies, cargaba al pequeño niño consolando su llanto mientras volteaba a verlos con molestia. Roberto se acercó corriendo y con miedo para arrebatadle al niño, y salir corriendo del lugar...
La familia al día siguiente fueron por sus cosas y decidieron salir de ahí de inmediato.
Poco después el buen vecino contaría la historia, la joven mujer que se aparecía, era su prima, que igual que Roberto y Marisela se había casado y junto con su esposo habían comprado esa casa, habían tenido a su bebé pero éste había fallecido por la tan letal muerte de cuna (muy común en los recién nacidos), su esposo la dejó al poco tiempo y su único consuelo era cuidar ese rosal como si fuese a su pequeño hijo, poco tiempo después ella se quitaría la vida en el cuarto que fuera de su bebé.
La casa no ha sido habitada desde entonces, el rosal sigue siendo cuidado, y algunos cuentan se puede ver a la joven por las ventanas que se pasea entre los cuartos que dan a la calle.

Escrito por CRASH MATT 3VIL CALAVERA
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sábado, 28 de diciembre de 2013

El frasco vacío de mayonesa y la taza de café



Cuando las cosas en tu vida parecen ser demasiadas para tenerlas bajo control; cuando tu vida aparenta ser demasiado complicada para poder controlarla; cuando las cosas en tu vida están muy complicadas para manejarlas o cuando24 horas en un día no son suficientes. Recuerda: "EL FRASCO VACÍO DE MAYONESA Y LA TAZA DE CAFÉ"...
...Un profesor se para ante sus alumnos de su clase de filosofí­a y coloca frentea ellos unos objetos. Cuando la clase comienza, sin pronunciar palabras, levanta un frasco grande de mayonesa, vací­o, y empieza a llenarlo con pelotas de golf...
..Luego les pregunta a los estudiantes si el frasco estaba lleno. Todos estaban de acuerdo en que si­...entonces el profesor agarra una caja con lentejas y las echa en el frasco. Las lentejas rodaron a los espacios vacíos entre las pelotas de golf. De nuevo les pregunto a los alumnos si el frasco estaba lleno...todos dijeron que si­.....el profesor saca una cajita con arena y la vacía en el frasco. Por supuesto, la arena llena los espacios vacíos que quedaban. Les pregunta a los estudiantes si el frasco estaba lleno, todos respondieron con un SI unánime...después el profesor saca dos tazas de café de debajo de la mesa y también las echa en el frasco, llenando los espacios vacíos que quedaban entre la arena. Los estudiantes se rieron...
... "Ahora - dijo el profesor mientras la risa disminuía - quiero que reconozcan que este frasco representa su vida.
Las pelotas de golf son esas cosas importantes: su familia, sus hijos, su salud, sus amigos, las cosas que los apasionan, o sea las cosas que quedan si todo lo demás se les va, y sus vidas siguen estando completas.
Las lentejas son otras cosas que importan, como sus trabajos, sus casas, sus automóviles
La arena es todo lo demás, las pequeñas..."
"Si meten la arena primero en el frasco - continua - noquedará espacio para las lentejas ni las pelotas de golf."
"Es igual para lavida. Si gastan todo su tiempo y su energí­a en las cosas pequeñas, nunca les sobrará para ocuparse de las cosas que son verdaderamente importantes. Préstenle atención a las cosas que son indispensables para su felicidad. Jueguen con sus hijos. Abran espacio para las citas médicas. Saquen a supareja a cenar. Hagan más deporte. Cultiven sus amistades. Siempre habrá tiempo para limpiar la casa y arreglar el depósito. Encárgate primero de tu bienestar, de las cosas que verdaderamente importan. Define tus prioridades.Todo el resto es arena...
"Una de las estudiantes levanta su mano y pregunta que representaba el café. El profesor sonrió y dijo: " me alegra que me lo hayas preguntado. Es simplemente para demostrar que no importa cuan llena parezca estar tu vida, siempre hay tiempo para tomarse un cafecito con un buen amigo"
(autor: no conocido)
...sale a la luz...por un rato.
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La Fabula de la Liebre y la Tortuga



Versión actualizada (Tomado y adaptado del diario La Hora)
Una tortuga y una liebre siempre discutían sobre quién era más rápida. Para dirimir el argumento decidieron correr una carrera.

Eligieron una ruta y comenzaron la competencia.
La liebre arrancó a toda velocidad y corrió enérgicamente durante algún tiempo. Luego, al ver que llevaba mucha ventaja, decidió sentarse bajo un árbol para descansar un rato, recuperar fuerzas y luego continuar su marcha. Pero pronto se durmió. La tortuga, que andaba con paso lento, la alcanzó, la superó y terminó primera, declarándose vencedora indiscutible.
MORALEJA: Los perseverantes y estables ganan la carrera.
Pero la historia no termina aquí: la liebre, decepcionada tras haber perdido, hizo un examen de conciencia y reconoció sus errores. Descubrió que había perdido la carrera por ser presumida y descuidada. Si no hubiera dado tantas cosas por supuestas, nunca la hubiesen vencido. Entonces desafió a la tortuga a nueva competencia. Esta vez la liebre corrió de principio a fin y su triunfo fue evidente.

MORALEJA: Los rápidos y tenaces también vencen.

Pero la historia tampoco termina aquí: Tras ser derrotada la tortuga reflexionó detenidamente y llegó a la conclusión de que no había forma de ganarle a la liebre en velocidad.

Como estaba planteada la carrera, ella siempre perdería. Por eso desafió nuevamente a la libre, pero propuso correr sobre una ruta ligeramente diferente.
La libre aceptó y corrió a toda velocidad, hasta que se encontró en su camino con un ancho río.

Mientras la liebre que no sabía nadar, se preguntaba "¿qué hago ahora?, la tortuga nadó hasta la orilla, continuó a su paso y terminó en primer lugar.
MORALEJA: Quienes identifican su ventaja competitiva (saber nadar) y cambian el entorno para aprovecharla llegan primeros.
La liebre y la tortuga también aprendieron otra lección vital: cuando dejamos de competir contra un rival y comenzamos a luchar contra una situación, complementamos capacidades, compensamos defectos, potenciamos nuestros recursos... y obtenemos mejores resultados.

PERO LA HISTORIA tampoco termina aquí: el tiempo pasó y tanto compartieron la liebre y la tortuga que terminaron haciéndose buenas amigas. Ambas reconocieron que eran dignas competidoras y decidieron repetir la última carrera, pero esta vez corriendo en equipo. En la primera parte, la liebre cargó a la tortuga hasta llegar al río. Allí, la tortuga lo atravesó con la liebre sobre su caparazón y, sobre la orilla de enfrente, la liebre cargó nuevamente a la tortuga hasta la meta. Como alcanzaron la línea de llegada en un tiempo récord, sintieron una mayor satisfacción que aquella habían experimentado en sus logros individuales.

MORALEJA: Es bueno ser individualmente brillante y tener fuertes capacidades particulares. Pero, a menos que seamos capaces de trabajar con otras personas y potenciar recíprocamente las habilidades de cada uno, no seremos completamente efectivos. Siempre existirán situaciones para las cuales no estamos preparados y que otros sujetos pueden enfrentar mejor.
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El Ciego y el Publicista



Había un ciego sentado en un andén en Paris, con una gorra a sus pies y un pedazo de madera escrito con tiza blanca: “Por favor, ayúdeme, soy ciego”.

Un publicista del área creativa, que pasaba enfrente de él, paró y vio unas pocas monedas en la gorra. Sin pedir permiso, cogió el letrero, lo volteó, tomó la tiza, escribió otro anuncio, volvió a colocar el pedazo de madera a los pies del ciego y se fue.

Al caer de la tarde, el publicista volvió pasar enfrente del ciego que pedía limosna. Su gorra, ahora, estaba llena de notas y monedas.

El ciego reconoció las pisadas del publicista y le preguntó si había sido él quien re escribiera el letrero, sobretodo queriendo saber lo que él había escrito, sobretodo queriendo saber lo que él había escrito que le había que le había ayudado tanto.

El publicista respondió: “nada que no esté de acuerdo con su anuncio, pero con otras palabras” y sonriendo, continuó su camino.

El ciego nunca supo lo estaba escrito, pero su nuevo letrero decía: “Hoy es primavera en Paris... y yo no puedo verla.”

Siempre es bueno cambiar de estrategia cuando la actual ya no funciona.

¿Y usted... está contento con lo que está recibiendo en su sombrero?
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Visualiza lo que quieres con fe y será tuyo




Ayer conversaba con mi esposa y una amiga acerca del poder de la mente para atraer cosas.
Empezamos hablando de esa teoría de El Secreto y La Ley de la Atracción (puedes leer más aquí), cuestionando si era una farsa o no.
Pues, revisando algunos casos personales nos dimos cuenta que efectivamente cuando tienes un deseo fuerte por algo y cada día lo tienes presenta en tu mente, llega un momento en que las cosas van saliendo como quieres.
Parece una cosa mágica pero si te das cuenta en realidad no tiene nada de extraordinario. Desear algo con mucha fe y fuerza te permite alinear tus comportamientos para conseguirlo. Si cada día tienes presente algo en tu mente, no importa si es de manera positiva o negativa, lo vas a conseguir. Es por ello que las empresas se definen objetivos y estrategias que son la ley de cada día, porque empiezan a actuar para conseguirlo. Si tu defines un objetivo que tienes el deseo real que se cumpla y además pones acción para lograrlo, y cada día estas pensando en lograr ese objetivo, la fuerza de ese deseo te llevará a conseguirlo.
Es simple química mental. Si piensas en algo tangible lo podrás conseguir, pero si piensas en algo muy abstracto será muy difícil. Un ejemplo: por un momento piensa en la palabra CABALLO o PERRO. Poco a poco verás en tu mente su color, su pelaje, su tamaño, etc. Ahora piensa en la palabra NO, sigue pensando en NO... verdad que es un poco más complicado pensar en conceptos abstractos. Es por ello que debemos pensar en cosas tangibles y no en conceptos abstractos.
¡Así que visualiza lo que quieres cada día con mucha fe y fuerza, pon acción y será tuyo!
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Cualquier parecido...



Un recién nacido fue encontrado en la puerta del Banco Mundial al amanecer, cuando los primeros empleados llegaban a la oficina. Estos tomaron a su cargo a la criatura y presentaron el caso al presidente de la entidad, para que decidiera qué hacer. El presidente emitió el siguiente memorando:

De: Presidente
Para: Recursos Humanos
Tema: NH

Acusamos recibo del informe del hallazgo de un recién nacido de origen desconocido. Formen una comisión para investigar y determinar:
a) Si el encontrado es producto doméstico de la organización.
b) Si algún empleado se encuentra envuelto en el asunto.

Después de un mes de investigaciones, la comisión envió al presidente la siguiente comunicación:

De: Comisión de investigación
Para: Presidente
Tema: NH

Después de cuatro semanas de diligente investigación, concluimos que el N.H. no tiene ninguna conexión con esta organización. Los antecedentes que fundamentan esta conclusión son los siguientes:
a) En el banco, nunca nada ha sido hecho con placer o con amor.
b) Jamás dos personas de esta organización han colaborado tan íntimamente entre sí.
c) No encontramos antecedentes concluyendo que indiquen que en esta organización alguna vez se hubiera hecho algo que tuviera ni pies ni cabeza.
d) En esta organización jamás ha sucedido alguna cosa que estuviera lista en nueve meses.

Extraído del libro "La culpa es de la vaca"
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La señora Thompson




Al inicio del año escolar una maestra, la señora Thompson, se encontraba frente a sus alumnos de quinto grado. Como la mayoría de los maestros, ella miró a los chicos y les dijo que a todos los quería por igual. Pero era una gran mentira, porque en la fila de adelante se encontraba, hundido en su asiento, un niño llamado Jim Stoddard. La señora Thompson lo conocía desde el año anterior, cuando había observado que no jugaba con sus compañeros, que sus ropas estaban desaliñadas y que parecía siempre necesitar un baño. Con el paso del tiempo, la relación de la señora Thompson con Jim se volvió desagradable, hasta el punto que ella sentía gusto al marcar las tareas del niño con grandes tachones rojos y ponerle cero.

Un día, la escuela le pidió a la señora Thompson revisar los expedientes anteriores de los niños de su clase, y ella dejó el de Jim de último. Cuando lo revisó, se llevó una gran sorpresa.

La maestra de Jim en el primer grado había escrito: "Es un niño brillante, con una sonrisa espontánea. Hace sus deberes limpiamente y tiene buenos modales; es un deleite estar cerca de él".

La maestra de segundo grado puso en su reporte: "Jim es un excelente alumno, apreciado por sus compañeros, pero tiene problemas debido a que su madre sufre una enfermedad incurable y su vida en casa debe ser una constante lucha".

La maestra de tercer gradó señaló: "La muerte de su madre ha sido dura para él. Trata de hacer su máximo esfuerzo pero su padre no muestra mucho interés, y su vida en casa le afectará pronto si no se toman algunas acciones".

La maestra de cuarto escribió: "Jim es descuidado y no muestra interés en la escuela. No tiene muchos amigos y en ocasiones se duerme en clase".

La señora Thompson se dio cuenta del problema y se sintió apenada consigo misma. Se sintió aún peor cuando, al llegar la Navidad, todos los alumnos le llevaron sus regalos envueltos en papeles brillantes y con preciosos listones, excepto Jim: el suyo estaba torpemente envuelto en el tosco papel marrón de las bolsas de supermercado.

Algunos niños comenzaron a reír cuando ella sacó de esa envoltura un brazalete de piedras al que le faltaban algunas, y la cuarta parte de un frasco de perfume. Pero ella minimizó las risas al exclamar: "¡Qué brazalete tan bonito!", mientras se lo ponía y rociaba un poco de perfume en su muñeca. Jim Stoddard se quedó ese día después de clases sólo para decir: "Señora Thompson, hoy usted olió como mi mamá olía".

Después de que los niños se fueron, ella lloró por largo tiempo. Desde ese día renunció a enseñar sólo lectura, escritura y aritmética, y comenzó a enseñar valores, sentimientos y principios. Le dedicó especial atención a Jim. A medida que trabajaba con él, la mente del niño parecía volver a la vida; mientras más lo motivaba, mejor respondía. Al final del año, se había convertido en uno de los más listos de la clase.

A pesar de su mentira de que los quería a todos por igual, la señora Thompson apreciaba especialmente a Jim. Un año después, ella encontró debajo de la puerta del salón una nota en la cual el niño le decía que era la mejor maestra que había tenido en su vida.

Pasaron seis años antes de que recibiera otra nota de Jim; le contaba que había terminado la secundaria, obteniendo el tercer lugar en su clase, y que ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido en su vida.

Cuatro años después la señora Thompson recibió otra carta, donde Jim le decía que, aunque las cosas habían estado duras, pronto se graduaría de la universidad con los máximos honores. Y le aseguró que ella era aún la mejor maestra que había tenido en su vida.

Pasaron cuatro años y llegó otra carta; esta vez Jim le contaba que, después de haber recibido su título universitario, había decidido ir un poco más allá. Le reiteró que ella era la mejor maestra que había tenido en su vida. Ahora su nombre era más largo; la carta estaba firmada por el doctor James F. Stoddard, M.B.

El tiempo siguió su marcha. En una carta posterior, Jim le decía a la señora Thompson que había conocido a una chica y que se iba a casar. Le explicó que su padre había muerto hacía dos años y se preguntaba si ella accedería a sentarse en el lugar que normalmente está reservado para la mamá del novio. Por supuesto, ella aceptó. Para el día de la boda, usó aquel viejo brazalete con varias piedras faltantes, y se aseguró de comprar el mismo perfume que le recordaba a Jim a su mamá. Se abrazaron, y el doctor Stoddard susurró al oído de su antigua maestra:

- Gracias por creer en mí. Gracias por hacerme sentir importante y por enseñarme que yo podía hacer la diferencia.

La señora Thompson, con lágrimas en los ojos, le contestó:

- Estás equivocado, Jim: fuiste tú quien me enseñó que yo podía hacer la diferencia. No sabía enseñar hasta que te conocí.

La experiencia (gratas y desagradables) que tenemos a lo largo de nuestras vidas marcan lo que somos en la actualidad. No juzgue a las personas sin saber qué hay detrás de ellas; deles siempre una oportunidad de cambiar su vida.

Extraído del libro "La culpa es de la vaca"
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Veremos



Mi amigo tiene una granja. Como le encanta hacer las cosas a la antigua, no posee ningún equipo mecánico y usa un caballo para arar su campo. Un día, mientras estaba arando, el caballo se desplomó, muerto. En el pueblo todos compadecieron a mi amigo.

- ¡Oh, qué terrible que le haya sucedido eso! -le dijeron.

Él se limitó a contestar:

- Veremos.

Estaba tranquilo y en paz, y admirábamos tanto su actitud que nos pusimos de acuerdo y le regalamos un caballo.Entonces la reacción general fue exclamar:

- ¡Qué hombre de suerte!

Y él dijo:

- Veremos.

Unos días después el caballo, que aún desconocía la granja, saltó una cerca y escapó, y todos exclamaron:

- ¡Oh, pobre hombre!

- Veremos -dijo él de nuevo.

Y lo mismo repitió una semana después, cuando el caballo regresó seguido por una docena de potros sin domar.

Al día siguiente, su hijo salió a pasear a caballo, se cayó y se rompió la pierna.

- ¡Pobre muchacho! -se compadeció todo el pueblo.

Y mi amigo dijo:

- Veremos.

Pocos días después llegó al pueblo el ejército, para reclutar a todos los jóvenes en edad de prestar servicio militar, pero a su hijo lo dejaron porque tenía la pierna rota.

- ¡Vaya chico con suerte! -comentaron los vecinos.

Y mi amigo dijo:

- Veremos.

También nosotros tenemos que aprender a dar un paso atrás, tomar distancia y decir: "Veremos". En vez de juzgar lo que nos sucede en la vida y decir qué es bueno y qué es malo, justo o injusto, debemos reconocer que en sí mismo nada es bueno o malo, y que cualquier cosa puede ayudarnos a entrar nuevamente en armonía con el plan del universo.
*Bernie S. Siegel, Amor, paz y autocuración. Barcelona, Urano, 1990, p.230
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Los tres hermanos



Tres hermanos se internaban todas las mañanas en el bosque a cortar leña. Cada día se turnaban para que uno de ellos se quedara en la cabaña y preparara una comida saludable.

Un día, mientras el hermano mayor estaba solo en la cabaña, apareció un enano y le preguntói si podía comerse los restos del desayuno. El muchacho dijo que sí y el enano empezó a comer. De pronto dejó caer el pan y le pidió al joven que lo recogiera. Cuando este se inclinó, el enano lo golpeó con un palo en la cabeza.

A la mañana siguiente, el segundo hermano se quedó solo en la cabaña, y el enano volvió a aparecer. Le preguntó si podía comer los restos del desayuno y dejó caer el pan. Pidió al muchacho que lo levantara y, cuando este se agachó, lo golpeó con un palo.

Al otro día se quedó en la cabaña el hermano menor. El enano le preguntó si podía comer los restos del desayuno, y el joven le contestó: "Sí, sobre la mesa hay pan. Sírvete". Cuando el enano dejó caer el pan y le pidió al joven que lo recogiera, este le respondió: "Si no puedes arreglártelas con tu propio pan, no sobrevivirás. Recógelo tú". El enano le dio las gracias y le preguntó si le gustaría saber dónde encontrar a la princesa y el tesoro.

Concedamos a los demás la responsabilidad por sus propios problemas, para que aprendan a cuidar de su pan y de sí mismos.

El doctor Siegel es uno de los conferencistas más reconocidos de Estado Unidos. Su trabajo como oncólogo lo ha llevado a enseñarle a sus pacientes y a las familias que cada uno debe ser responsable de sí mismo: de su cuerpo, de su enfermedad, de su curación -en lo físico- y de su sanación -en lo espiritual.

* Cuento atribuido al poeta Robert Vil. Citado en Siegel, op. cit., p. 241.
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El eco



Un padre y su hijo estaban caminando en las montañas. De repente, el hijo se cayó, lastimándose, y gritó:

- ¡Aaaaaayyyy!

Para su sorpresa, oyó una voz que repetía, en algún lugar de la montaña:

- ¡Aaaaaayyyy!

Con curiosidad, el niño gritó:

- ¿Quién está ahí?

Y recibió esta respuesta:

- ¿Quién está ahí?

Enojado, gritó:

- ¡Cobarde!

Y escuchó:

- ¡Cobarde!

El niño miró al padre y le preguntó:

- ¿Qué sucede, papá?

El hombre, sonriendo, le dijo:

- Hijo mío, presta atención -y gritó hacia la montaña-: ¡Te admiro!

Y la voz le respondió:

- ¡Te admiro!

De nuevo, el hombre gritó:

- ¡Eres un campeón!

Y la voz le respondió:

- ¡Eres un campeón!

El niño estaba asombrado, pero no entendía nada. Entonces el padre le explicó:

- La gente lo llama eco, pero en realidad es la vida. Te devuelve todo lo que dices o haces.

Nuestra vida es simplemente un reflejo de nuestras acciones. Si desea más amor en el mundo, cree más amor a su alrededor. Si anhela felicidad, dé felicidad a quienes lo rodean. Si quiere una sonrisa en el alma, dé una sonrisa al alma de las personas que conoce. Esto se aplica a todos los aspectos de la vida. Ella nos da de regreso exactamente lo que le hemos dado. Nuestra vida no es una coincidencia, sino un reflejo de nosotros mismos.

Extraído del libro "La culpa es de la vaca"
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Sembrar el futuro



En un oasis escondido en los más lejanos paisajes del desierto, se encontraba de rodillas el viejo Eliahu, al costado de algunas palmas datileras. Su vecino Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis para abrevar sus camellos y vio a Eliahu transpirando, mientras parecía cavar en la arena.

- ¿Qué tal, anciano? La paz sea contigo.

- Y contigo -contestó Eliahu sin dejar su tarea.

- ¿Qué haces aquí, con esta temperatura, trabajando con esa pala?

- Siembro -contestó el viejo.

- ¿Qué siembras aquí, Eliahu?

- Dátiles -respondió el viejo señalando el palmar.

- ¡Dátiles! -repitió el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez-. El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una copa.

- No, debo terminar la siembra. Luego, si quieres, beberemos.

- Dime, amigo, ¿cuántos años tienes?

- No sé: sesenta, setenta, ochenta, no sé... lo he olvidado. Pero eso, ¿qué importa?

- Mira, amigo, las datileras tardan más de cincuenta años en crecer, y sólo entonces están en condiciones de dar frutos. Yo no estoy deseándote el mal y lo sabes, ojalá vivas hasta los cien años, pero tú sabes que difícilmente podrás llegar a cosechar algo de lo que hoy siembras. Deja eso y ven conmigo.

- Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probarlos. Siembro hoy para que otros puedan comer dátiles mañana. Y aunque sólo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea.

- Me has dado una gran lección, Eliahu; déjame que te pague esta enseñanza -dijo Hakim, poniendo en la mano del viejo una bolsa de cuero llena de monedas.

- Te lo agradezco. Ya ves, a veces pasa esto: tú me pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembrara. Parecía cierto y, sin embargo, mira: todavía no termino de sembrar y ya coseché una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo.

- Tu sabiduría me asombra, anciano. Esta es la segunda gran lección que me das hoy, y es quizás más importante que la primera. Déjame, pues, que pague también esta lección con una bolsa de monedas.

- Y a veces pasa esto -siguió el anciano, extendiendo la mano para mirar las dos bolsas-: sembré para no cosechar, y antes de terminar de sembrar ya coseché no sólo una, sino dos veces.

- Ya basta, viejo, no sigas hablando. Si sigues enseñandome cosas no me alcanzará toda mi fortuna para pagarte.

Esperamos resultados inmediatos, queremos todo ya. Decimos que no estamos inmersos en la sociedad de consumo, pero maldecimos los escasos segundos que este mensaje tarda en llegar, o los que demora el semáforo en cambiar de color.

Extraído del libro "La culpa es de la vaca"
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Quemar las naves



Alrededor del año 335 a.C., al llegar a la costa de Fenicia, Alejandro Magno debió enfrentar una de sus más grandes batallas. Al desembarcar, comprendió que los soldados enemigos superaban tres veces el tamaño de su gran ejército. Sus hombres estaban atemorizados y no encontraban motivación para enfrentar la lucha: habían perdido la fe y se daban por derrotados. El temor había acabado con aquellos guerreros invencibles.

Cuando Alejandro hubo desembarcado sus tropas en la costa enemiga, dio la orden de que fueran quemadas todas las naves. Mientras los barcos se consumían en llamas y se hundían en el mar, reunió a sus hombres y les dijo: "Observen cómo se queman los barcos. Esta es la única razón por la que debemos vencer, ya que si no ganamos, no podremos volver a nuestros hogares y ninguno de nosotros podrá reunirse con su familia nuevamente, ni podrá abandonar esta tierra que hoy despreciamos. Debemos salir victoriosos en esta batalla, pues sólo hay un camino de vuelta, y es por mar. Caballeros, cuando regresemos a casa, lo haremos de la única forma posible: en los barcos de nuestros enemigos".

El ejército de Alejandro venció en aquella batalla, y regresó a su tierra a bordo de las naves conquistadas.

Los mejores hombres no son aquellos que han esperado las oportunidades, sino lo que las han buscado y aprovechado a tiempo, los que las han asediado, los que las han conquistado.

Extraído del libro "La culpa es de la vaca"
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La felicidad escondida


Un poco antes de que la humanidad existiera, se reunieron varios duendes, para hacer una travesura. Uno de ellos dijo:

- Debemos quitarles algo a los seres humanos, pero, ¿qué?

Después de mucho pensar, uno dijo:

- ¡Ya sé! Vamos a quitarles la felicidad. El problema es dónde esconderla para que no puedan encontrarla.

Propuso el primero:

- Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo.

- No, recuerda que tienen fuerza; alguno podría subir y encontrarla, y si la encuentra uno, ya todos sabrán dónde está -replicó otro.

Se escuchó una nueva propuesta:

- Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar.

Otro señaló:

- No, no olvides que son curiosos, alguno podría construir un aparato para bajar, y entonces la encontrarán.

- Escondámosla en un planeta bien lejano de la Tierra -propuso otro.

- No -le dijeron. Recuerda que les dieron inteligencia, y un día alguno va a construir una nave para viajar a otros planetas y la va a descubrir, y entonces todos tendrán felicidad.

El duende más veterano, que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas, dijo:

- Creo saber dónde ponerla para que nunca la encuentren.

Todos voltearon asombrados y preguntaron al unísono:

- ¿Dónde?

- La esconderemos dentro de ellos mismos; estarán tan ocupados buscándola afuera que nunca la encontrarán.

Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces ha sido así: el hombre se pasa la vida buscando la felicidad sin saber que la lleva consigo.

Extraído del libro "La culpa es de la vaca"
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La carreta vacía



Cierta mañana, mi padre me invitó a dar un paseo por el bosque y yo acepté con placer. Se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio me preguntó:

- Además del cantar de los pájaros, ¿escuchas algo?

Agucé mis oídos y algunos segundos después le respondí:

- Estoy escuchando el ruido de una carreta.

- Eso es -dijo mi padre-. Es una carreta vacía.

- ¿Cómo sabes que está vacía, si aún no la vemos? -le pregunté.

Y él respondió:

- Es muy fácil saber que una carreta está vacía, por causa del ruido. Cuanto menos cargada está una carreta, mayor es el ruido que hace.

Me convertí en adulto y aún hoy, cuando veo a una persona hablando demasiado, a una persona inoportuna, que interrumpe la conversación de todo el mundo, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo: Cuanto menos cargada está una carreta, mayor es el ruido que hace.

Extraído del libro "La culpa es de la vaca"
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La paz perfecta



Cierto rey prometió un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Muchos lo intentaron. El rey observó y admiró todas las obras, pero solamente hubo dos que en verdad le gustaron.

La primera mostraba un lago muy tranquilo, espejo perfecto donde se reflejaban las montañas circundantes. Sobre ellas se encontraba un cielo azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraron esta pintura estuvieron de acuerdo en que reflejaba la paz perfecta.

La segunda también tenía montañas, pero estas eran escabrosas. Sobre ellas había un cielo oscuro, del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua.

Esta imagen no se revelaba para nada pacífica. Pero cuando el rey analizó el cuadro más cuidadosamente, observó que tras la cascada, en una grieta, crecía un delicado arbusto. En él había un nido y allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, un pajarito.

¿Cuál cree usted que fue la pintura ganadora? El rey escogió la segunda. La paz -explicó- no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin dolor. Significa que, aun en medio de estas circunstancias, nuestro corazón puede permanecer en calma.

Extraído del libro "La culpa es de la vaca"
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Imaginar soluciones*



En una tarde nublada y fría, dos niños patinaban sin preocupación sobre una laguna congelada. De repente el hielo se rompió, y uno de ellos cayó al agua. El otro cogió una piedra y comenzó a golpear el hielo con todas sus fuerzas, hasta que logró quebrarlo y así salvar a su amigo.

Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaron: "¿Cómo lo hizo? El hielo está muy grueso, es imposible que haya podido quebrarlo con esa piedra y sus manos tan pequeñas..."

En ese instante apareció un abuelo y, con una sonrisa, dijo:

- Yo sé cómo lo hizo.

- ¿Cómo? -le preguntaron.

- No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo.

Einstein dijo: Si lo puedes imaginar, lo puedes lograr.

* Historia atribuida a Albert Einstein.
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Mi mejor amigo




Dice una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y discutieron agriamente. Uno de ellos le dio una bofetada al otro. Este, ofendido, escribió en la arena: "Hoy mi mejor amigo me dio una bofetada". Continuaron su camino y llegaron a un oasis, donde resolvieron bañarse. El que había sido abofeteado se estaba ahogando, y el otro acudió en su rescate. Al recuperarse, tomó un cincel y escribió en una piedra: "Hoy mi mejor amigo me salvó la vida". Intrigado, quel le preguntó:

- ¿Por qué después de que te lastimé escribiste en la arena, y ahora escribes en piedra?

- Cuando un gran amigo nos ofende, debemos escribirlo en la arena, donde el viento del olvido y el perdón se encargará de borrarlo. Cuando nos pasa algo grandioso, debemos grabarlo en la piedra del corazón, de donde ningún viento podrá hacerlo desaparecer.

Extraído del libro "La culpa es de la vaca"
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El regalo furtivo



Un chico había nacido con una enfermedad que no tenía cura. A sus 17 años, podía morir en cualquier momento. Siempre había permanecido en casa, al cuidado de su madre, pero estaba harto y decidió salir solo por una vez. Visitó muchos almacenes y, al pasar por uno de música, vio a una jovencita primorosa de su misma edad. Fue amor a primera vista. Abrió la puerta y entró sin mirar nada que no fuera ella. Acercándose poco a poco, llegó al mostrador donde se encontraba la chica, que lo miró y le dijo, con una sonrisa:

- ¿Te puedo ayudar en algo?

Él pensó que era la sonrisa más hermosa que había visto en toda su vida. Sintió deseos de besarla en ese instante. Tartamudeando, le dijo:

- Sí, eeehhh, uuuhhh... me gustaría comprar un disco -y sin pensarlo, tomó el primero que vio y le dio el dinero.

- ¿Quieres que te lo envuelva? -preguntó la joven, sonriendo de nuevo.

Él asintió con la cabeza y ella fue a la oficina, para volver con el paquete envuelto. Lo tomó y se fue.

Desde entonces, todos los días visitaba la tienda y compraba un disco. La muchacha siempre lo envolvía, y él se lo llevaba y lo guardaba en su clóset. Era muy tímido para invitarla a salir y, aunque trataba, no podía. Su mamá se dio cuenta y le dio ánimo, así que al día siguiente él se armó de coraje y se dirigió a la tienda. Compró un disco y, como siempre, ella se fue a envolverlo. Él tomó el paquete y, mientras la joven no lo miraba, dejó su número de teléfono en el mostrador y salió corriendo.

Al otro día, repicó el teléfono de la casa y la mamá contestó. Era la muchacha del almacén, preguntando por su hijo. La señora comenzó a llorar y le dijo:

- ¿No lo sabes? Murió ayer.

Hubo un silencio prolongado, roto solamente por los sollozos de la madre. Días más tarde, la señora entró en el cuarto de su hijo. Al abrir el clóset, se topó con montones de cajitas en papel de regalo. Como esto le causó curiosidad, tomó uno de los paquetes y se sentó sobre la cama para abrirlo. Al hacerlo, un pequeño pedazo de papel salió de la cajita plástica. Era una nota que decía: "¡Hola! Estás muy guapo. ¿Quiéres salir conmigo? Te quiere, Sofía".

Con emoción, la madre abrió otro paquete, y otro, y otro, y al hacerlo encontró muchas notas; todas decían lo mismo con distintas palabras.

Así es la vida: no espere demasiado para decirle a alguien especial lo que siente. Dígalo hoy: mañana puede ser muy tarde.

Extraído del libro "La culpa es de la vaca"
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Empuja la vaquita



Un sabio maestro paseaba por el bosque con su fiel discípulo, cuado vio a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita. Durante la caminata comentó al aprendiz sobre la importancia de conocer lugares y personas, y sobre las oportunidades de aprendizaje que nos brindan estas experiencias.

La casa era de madera y sus habitantes, una pareja y sus tres hijos, vestían ropas sucias y rasgadas, y estaban descalzos. El maestro se aproximó al señor, aparentemente el padre de familia, y le dijo:

- En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni puntos de comercio, ¿cómo hacen usted y su familia para sobrevivir?

El hombre respondió calmadamente:

- Amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Parte de la leche la vendemos o la cambiamos por otros alimentos en la ciudad vecina, y con la restante elaboramos queso, cuajada y otros productos para nuestro consumo. Así es como vamos sobreviviendo.

El sabio agradeció la información y contempló el lugar por un momento, antes de despedirse y partir. A mitad de camino le ordenó a su fiel discípulo:

- ¡Busca la vaquita, llévala al precipicio y empújala!

El joven lo miró espantado y le replicó que ese animal era el medio de subsistencia de la familia. Como percibió el silencia absoluto del maestro, cumplió la orden: empujó a la vaquita al barranco, y la vio morir. Aquella escena quedó grabada en su memoria.

Un día, el discípulo resolvió abandonar todo lo que había aprendido y regresar a aquel lugar para contarle la verdad a la familia y pedirle perdón. Así lo hizo, y a medida que se aproximaba veía todo muy bonito, diferente de como lo recordaba. Se sintió triste, imaginando que aquella humilde familia había debido vender su terreno para sobrevivir. Aceleró el paso y, al llegar, fue recibido por un señor muy simpático, al cual le preguntó por las personas que vivían en ese lugar cuatro años atrás. El hombre le respondió que allí seguían.

Sobrecogido, el joven entró corriendo a la casa y confirmó que era la misma familia que había visitado algunos años antes con el maestro. Elogió el lugar y le preguntó al señor, el dueño de la vaquita:

- ¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida?

Emocionado, el hombre le respondió:

- Nosotros teníamos una vaquita que cayó por el precipicio y murió. De ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos; así alcanzamos el éxito que sus ojos ven ahora.

Esta es la realidad de lo que se ha llamado zona de confort. Estamos tan conformes con el estado de cosas que nos rodea que no desarrollamos otras posibilidades. Sólo necesitamos un evento sorpresivo para darnos cuenta de que la seguridad puede ser nuestra peor consejera y de que nos impide ver el horizonte.

Extraído del libro "La culpa es de la vaca"
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La parábola del caballo

 
Un campesino que enfrentaba muchas dificultades poseía algunos caballos que lo ayudaban en los trabajos de su pequeña hacienda. Un día, su capataz le trajo la noticia de que uno de los mejores caballos había caído en un viejo pozo abandonado. Era muy profundo, y resultaría extremadamente difícil sacarlo de allí.
El campesino fue rápidamente al lugar del accidente y evaluó la situación, dándose cuenta de que el animal no se había lastimado. Pero, por la dificultad y el costo del rescate, concluyó que no valía la pena, y pidió al capataz que sacrificara al caballo tirando tierra al pozo hasta enterrarlo. Y así se hizo.
A medida que la tierra le caía encima, el animal la sacudía. Esta se acumuló poco a poco en el fondo del pozo, permitiéndole subir. Los hombres se dieron cuenta de que el caballo no se dejaba enterrar sino que, al contrario, estaba subiendo, hasta que finalmente consiguió salir del socavón.
Si está "allá abajo", sintiéndose poco valorado, y si los otros le lanzan la tierra de la incomprensión, del egoísmo o de la falta de apoyo, recuerde al caballo de esta historia. No acepte la tierra que tiraron sobre usted, sacúdala y suba sobre ella. Cuanta más tierra le lancen, más podrá subir.
* Contribución de Héctor Daniel González, 4 de junio de 2001
Extraído del libro "La culpa es de la vaca"
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Ascender por resultados



Juan trabajaba en una empresa hacía dos años. Era muy serio, dedicado y cumplidor de sus obligaciones. Llegaba puntual y estaba orgulloso de que no haber recibido nunca una amonestación. Cierto día, buscó al gerente para hacerle un reclamo:

- Señor, trabajo en la empresa hace dos años con bastante esmero y estoy a gusto con mi puesto, pero siento que he sido dejado de lado. Mire, Fernando ingresó a un puesto igual al mío hace sólo seis meses y ya ha sido promovido a supervisor.

- ¡Ajá! -contestó el gerente. Y mostrando cierta preocupación le dijo-: Mientras resolvemos esto quisiera pedirte que me ayudes con un problema. Quiero dar fruta para la sobremesa del almuerzo de hoy. Por favor, averigua si en la tienda de enfrente tienen frutas frescas.

Juan se esmeró en cumplir con el encargo y a los cinco minutos estaba de vuelta.

- Bien, ¿qué averiguaste?
- Señor, tienen naranjas para la venta.
- ¿Y cuánto cuestan?
- ¡Ah! No pregunté.
- Bien. ¿Viste si tenían suficientes naranjas para todo el personal?
- Tampoco pregunté eso.
- ¿Hay alguna fruta que pueda sustituir la naranja?
- No lo sé, señor, pero creo que...
- Bueno, siéntate un momento.

El gerente cogió el teléfono e hizo llamar a Fernando. Cuando se presentó, le dió las mismas instrucciones que a Juan, y en diez minutos estaba de vuelta. El gerente le preguntó:

- Bien, Fernando, ¿qué noticias me traes?
- Señor, tienen naranjas, las suficientes para atender a todo el personal, y si prefiere, tienen bananos, papayas, melones y mangos. La naranja está a 150 pesos el kilo; el banano, a 220 pesos la mano; el mango, a 90 pesos el kilo; la papaya y el melón, a 280 pesos el kilo. Me dicen que si la compra es por cantidades, nos darán un descuento de diez por ciento. Dejé separadas las naranjas, pero si usted escoge otra fruta debo regresar para confirmar el pedido.
- Muchas gracias, Fernando. Espera un momento.

Entonces se dirigió a Juan, que aún seguía allí:

- Juan, ¿qué me decías?
- Nada, señor... eso es todo. Con su permiso.

Hoy en día reclamamos empoderamiento. Es decir, que los jefes otorguen a sus subalternos la posibilidad de tomar decisiones y responsabilidades por ellas. Pero, ¿están los empleados asumiendo esta función de manera proactiva y automotivada?

El potencial está en las personas. Son ellas quienes deben desarrollarlo y hacerlo conocer de los demás a través de hechos concretos.

* Contribución de Héctor Daniel González, 21 de junio de 2001.

Extraído del libro "La culpa es de la vaca"
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El árbol de los problemas



El carpintero que había contratado para que me ayudara a reparar una vieja granja acababa de finalizar su primer día de trabajo. Su cortadora eléctrica se había dañado, haciéndole perder una hora de trabajo, y su viejo camión se negaba a arrancar.

Mientras lo llevaba a su casa, permaneció en silencio. Cuando llegamos, me invitó a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol y tocó las puntas de las ramas con ambas manos.

Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación. Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso entusiasta a su esposa.

De regreso me acompañó hasta el carro. Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo que lo había visto hacer un rato antes.

"Este es mi árbol de problemas -contestó-. Sé que no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa, y en la mañana los recojo otra vez. Lo divertido, -dijo sonriendo- es que cuando salgo a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior".

* Contribución de Daniel Molina.

Extraído del libro "La culpa es de la vaca"
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El perrito cojo*




El dueño de una tienda estaba poniendo en la puerta un cartel que decía: "Cachorros en venta". Como esa clase de anuncios siempre atrae a los niños, de pronto apareció un pequeño y le preguntó:

- ¿Cuál es el precio de los perritos?

El dueño contestó:

- Entre treinta y cincuenta dólares.

El niñito se metió la mano al bolsillo y sacó unas monedas.

- Sólo tengo $2,37. ¿Puedo verlos?

El hombre sonrió y silbó. De la trastienda salió una perra seguida por cinco perritos, uno de los cuales se quedaba atrás. El niñito inmediatamente señaló al cachorrito rezagado.

- ¿Qué le pasa a ese perrito? -preguntó.

El hombre le explicó que el animalito tenía la cadera defectuosa y cojearía por el resto de su vida. El niño se emocionó mucho y exclamó:

- ¡Ese es el perrito que yo quiero comprar!

Y el hombre replicó:

- No, tú no vas a comprar ese cachorro. Si realmente lo quieres, yo te lo regalo.

El niñito se disgustó y, mirando al hombre a los ojos, le dijo:

- No, no quiero que usted me lo regale. Creo que vale tanto como los otros perritos, y le pagaré el precio completo. De hecho, le voy a dar mis $2,37 ahora y cincuenta centavos cada mes, hasta que lo haya pagado todo.

El hombre contestó:

- Hijo, en verdad no querrás comprar ese perrito. Nunca será capaz de correr, saltar y jugar como los otros.

El niñito se agachó y levantó su pantalón para mostrar su pierna izquierda, retorcida e inutilizada, soportada por un gran aparato de metal. Miró de nuevo al hombre y le dijo:

- Bueno, yo no puedo correr muy bien tampoco, y el perrito necesitará a alguien que lo entienda.

El hombre se mordió el labio y, con los ojos llenos de lágrimas, dijo:

- Hijo, espero que cada uno de estos cachorritos tenga un dueño como tú.

En la vida no importa quiénes somos, sino que alguien nos aprecie por lo que somos, nos acepte y nos ame incondicionalmente.

* Contribución de Carlos Vizcaya, 3 de septiembre de 2001.

Extraído del libro "La culpa es de la vaca"
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