lunes, 30 de diciembre de 2013

Fui un cobarde…








Tengo 60 años, y perdí el amor de mi vida por cobardía. Conocí a María cuando tenía 25 años, y me enamoré nada más verla. Esa conexión, única, especial, rabiosamente brutal, que sólo parece existir en las películas. Yo tuve el privilegio de rozarlo. Privilegio, porque cuantos pasan por este mundo sin sentir esa conexión, aunque yo apenas rocé ese privilegio por mi cobardía.
Por mi experiencia en la vida, puedo con absoluta certeza asegurar que este tipo de conexión sólo se te presenta una vez con ese ser especial, o no se presenta jamás. He conocido muchísimas personas con sus historias y sentimientos a lo largo de mi vida, y no creo que ellos tuvieran ese privilegio que a mí se me concedió.
María tenía 20 años y era bajo mis ojos la mujer más exquisita que había visto. Sensual, seductora, hermosa… Recuerdo cada detalle del primer día que la vi, porque nadie más, ni antes de ella ni después,  me hicieron sentir lo que ella… Conocerla fue el regalo más increíble que me han hecho en esta vida.
Después de observarla durante semanas, decidí un día hablarle… y si pudiera volver atrás, volvería a ese día y me escaparía junto a ella…
Después de ese primer día y durante un año, fui tocado por la mano de Dios.  Porque ella era aún más increíble que su belleza externa. Jamás me reí tanto con alguien, con nadie más que con ella las horas se convertían en minutos, jamás he deseado y amado a alguien como a ella.
Pero fui un cobarde, tuve la oportunidad de disfrutar del ser más increíble que conocí jamás… pero me alejé sin decirle adiós.
Estaba comprometido, y una semana antes de casarme me alejé de ella engañándome a mí mismo, poniéndome mil excusas para no romper con una boda junto a alguien que no amaba. Me alejé sin más, confiando que después de la boda sería un tipo formal. Y no hubo un día que no tuviera ganas de salir corriendo a buscarla, y no hubo una noche que su recuerdo me abrazara.
Cinco años más tarde la llamé. Y volverla a ver fue otra oportunidad que me dio la vida. Y me sinceré, le dije que estaba prometido, me había casado, y que había sido padre, dos veces. Que no amaba a mi mujer, y que seguía siendo infiel. Pero que no había podido olvidarla. Su gran corazón me conmovió. No había rencor. Y yo volví a sentir ese no sé qué que sólo he sentido junto a ella.
Si, era un hombre infiel porque estaba con quien no amaba, por ser un cobarde, y no romper con un status social estúpido. Tener dinero me facilitó que las mujeres se acercaran. Yo no buscaba amor, sólo sexo, porque mi mujer no me atraía, y amor no buscaba, porque mi alma era de María, aunque no estuviera junto a ella.
Volvimos a vernos para charlar, otra vez, y otra, y otra… y miles más. Y le prometí que estaría junto a ella, que me separaría… pero no lo hice, y un año más tarde ella se alejó de mí.
No podía separarme con mis hijos pequeños, no tenía el valor, era un cobarde obligándome a hacer algo que no quería. Yo quería volar junto a María, pero no hice nada.
Cinco años más tarde, y sin haberla olvidado ni un día, el destino me la puso de nuevo enfrente. Era una mujer de 30 años aún más hermosa. Y volvimos a sentir esa conexión nada más vernos, y volvimos a repetir la historia… y volví a fallarle, no pude separarme y estar junto a ella…. Y volvió a alejarse….y creí morir….de hecho estaba muerto por dentro, aplastado en una mentira, junto a una mujer que no amaba, estando con otras mujeres para no ver lo patética que era mi vida, porque yo anhelaba estar con maría. Me repetía una y mil veces que me separaría y que encontraría a María…. pero no lo hice!!!
Fue el destino que cinco años más tarde la puso junto a mi otra vez… y volví a repetir lo mismo, esa vez, y cinco años después otra vez. Con mis hijos ya adolescentes creí que sería capaz…. le había prometido tantas veces que estaría junto a ella, que no quería vivir sin ella, y aunque tuvo mucha paciencia conmigo y más amor por mí que todas mis amantes y mujer juntas. La decepcioné. Y al igual que no olvidaré jamás el día que la conocí, no olvidaré jamás el último día que la vi…y de eso hace ya 20 años. Cuando ya estaba decidido a dar el paso, pero sin darlo, había desgastado tanto su amor hacía mí en estos 20 años de decepciones constantes, que abrazada a mí se alejó definitivamente. Y la tuve que dejar ir. Aunque sus brazos han seguido abrazándome estos 20 años.
Mis hijos se hicieron mayores hace tiempo, hicieron sus vidas, y aunque los veo de vez en cuando, aprendí tarde, muy tarde, que mi amor por María no era incompatible con el amor de mis hijos. No hay día que no me arrepienta de no haber estado junto a ella, no hay día que no la piense, que no quiera volver atrás y cambiar toda mi vida, y lo curioso es que la vida me dio muchas oportunidades para hacerlo, pero María no se merecía un cobarde como yo, sino alguien que la valorara desde el minuto uno. Como así finalmente fue para ella. Aunque para mí, si tuviera que resumir mi vida serian mentiras, mentiras y mentiras. Lo único auténtico y real, era mi amor por ella. Yo era real cuando estaba junto a ella. El resto de mi vida, estaba lleno de mentiras y falsedades. Por eso desde hace 20 años, cada día a las cuatro de la tarde esté donde esté, esté con quien esté, esté haciendo lo que esté haciendo… Cojo una nota de mi cartera, para poder sentir que estoy vivo…
“Nos vemos a las 4 de la tarde….”
María 15 de junio de 1978
 
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